martes, 4 de diciembre de 2007

"Solicitada a los Padres melancólicos" - Por Carmen Cáceres

Las calesitas siempre nos entristecieron. No somos originales, hay muchos como nosotros. Se puede reconocer a un militante anticarrusel a dos kilómetros de distancia: es alguien que jamás alcanzó la sortija, huele a desilusión de caballo fijo, a cassette de música infantil de los 70’ y a foquito de luz intermitente.
¡Y ahí va! ¡Hola, saludame! ¡Estirá la mano, nena, dale! ¡!Que lindo!! ¿Te gusta dar vueltas corazón?
No.
Para evitar las etiquetas previsibles ( y la náusea por tanto giro) desechemos el prejuicio de entrada: estas filas no se forman por niños-problema, se forman por los hijos de la luz. A nosotros el mareo tierno y las canciones repetidas in eternum no nos ciegan. Estamos acostumbrados al vaivén. Somos el movimiento. Bullimos en el silencio. Nos reímos en el tren fantasma. Gritamos con los brazos abiertos en el gusano loco. Nos embadurnamos la cara con copos de azúcar y al fin, miramos la calesita con desprecio: toda una mentira.
Somos un ejército de gente enana y pesada. Somos los verdaderos niños, los de la Eterna Infancia. Los que sienten vértigo cuando inventan, cuando el cuerpo se estremece y la sangre apremia: ¡Rápido, una carrera hasta el quiosco! Somos los que descubrimos que un caballo no sonríe (y menos cuando lo montan); No tiene la cresta dorada (salvo, claro, el caballo de Chávez); No se desplaza con las patas quietas (porque en esta tierra, queridos, el que no llora no mama); No permanece quieto frente a su entorno (frente al autito de adelante que le tira smoke) y sobre todo, un caballo no permanece en una plataforma circular (bueno, exceptuando a los caballos peronistas). En fin, un verdadero caballo para nosotros es: LIBERTAD! Es el viento despeinando nuestros cabellos (no los pelos del que se sentó en el autito); Es la fidelidad del buen amigo (y no la forrada del que sostiene la sortija); Es la honestidad de un pura sangre (y no la rigidez de un potrillo pintado). Un caballo es el temor y la astucia del Caballo de Troya (caballo de madera hueca... ¡hueca!... no madera atravesada por un caño que me lastima las piernas y me enreda el vestido).
Padres melancólicos, por favor, entiendan que ser un militante anticarrusel implica ser sincero y veraz: en vez de insistir, suban ustedes.

No hay comentarios: